MI ABUELA RAQUEL,”la vida de una reina”


Por Arq. José Guadalupe Peralta Romero


Muy querida abuelita Raquel Oteo Castillo:
Esta es la primera vez que me dirijo a ti y créeme que lo hago con un gran aprecio, pues siempre te he querido mucho y nunca te lo había escrito. Abuela, se que llegaste a este mundo en el año de 1925 y creciste en pleno corazón de la antigua San Juan Bautista hoy Villahermosa. Se que pasantes tu niñez a  lado de tu querido padre y que casi todos los días te deleitaba con su música. Se que mi bisabuelo, al que me hubiera gustado conocer y convivir con el, se llamabaFrancisco Oteo Montaño. En alguna ocasión me platicaste que fue miembro (funcionario) de la banda de música en el gobierno del Lic. Tomás Garrido Canabal y que además contaba con buen humor, se caracterizó por la sencillez con la que trató a sus amistades privadas y públicas. Me comentaste en alguna ocasión que una calle de la cuidad de Villahermosa lleva el nombre de tu querido Papa. Se que eran originarios de la ciudad de puebla de Zaragoza y que además los padres de tu Papa, ósea tus abuelitos paternos, eran unos recios migrantes españoles de nombre (s)Francisco Oteo Rivadeneyra y tu abuelita tenía unas manos grandes que se llamaba Ocotlan Montaño. Por el lado de tu madre, también me platicastes que tu abuela materna se llamaba Graciela Cardoso y que vivía en una quinta en la colonia Atasta de Villahermosa, en la que tenia muchos árboles frutales y que en tu niñez junto con tus primos disfrutaban cortando mangos, naranjas, guaya, cocos, ect. etc. Que bueno abuela que te acuerdes y aprecies la vida de tus abuelos a como yo les aprecio a ustedes. Siempre es gratificante el papel de nieto y/o bisnieto.

               En la fotografía que tengo de tu abuela española Ocotlan, en donde aparece al lado de una silla porfiriana, puedo ver a una mujer de mal genio y de mirada penetrante. Lleva puesto un vestido oscuro largo, tipo español, sus hombros cubiertos con encajes. También se que mi Bisabuelo Francisco era empresario de diversiones y en muchas ocasiones tuviste que acompañarlos por los pueblos trabajando en tan noble actividad. Te confieso abuelita que me hubiera gustado vivir en esa época que te toco vivir en San Juan Bautista. Como recuerdo sinceramente cuando en mi niñez me dejaban encargado contigo, cuando mis padres salían y me cuidabas con mucho esmero, para que no me enfermara. Recuerdo mucho cuando me cargabas y cuando me cantabas canciones infantiles meciéndome en  la hamaca de tu recamara, para que me durmiera pronto.

               Abuela, me llenas de orgullo recordar tan bellos pasajes de mi vida contigo, lo que más me gusto de ti, fue cuando nos visitabas en nuestra casita en la ciudad de Puebla de los Ángeles, cuando apenas y cumplía los 5 años, y prueba de esas visitas tengo una magnifica fotografía contigo en el jardincito de la casa. En esa fotografía me veo un niño feliz, sonriente e ingenuo. En esa foto llevo puesta una camisa manga larga de botones de abrochar, eran de esas como las que traía de Nuevo Laredo la mama de Teofilo Cacep Ortiz, doña Sara Ortiz de Cacep. Tu también abuela Raquel te ves sonriente, delgada, querendona y muy feliz, que años maravillosos aquellos. Los dos estamos sentados en el pasto junto a  la barda de piedras de Acapulco y junto al pino. ¿Te acuerdas abuelita? Mi padre Lupequizás como nació y se crío en una hacienda, se preocupo por mandar ha sembrar pasto tipo costarrica y un pino en el centro del jardín. Lo decoro muy bien, pues también sembraron rosas de varios colores, siempre me espinaba las manos. Recuerdo que en mi inocencia de niño, me aventaba sobre el pino y todo lo estropeaba, no lo dejaba crecer bien, mi padre me llamaba la atención con voz de regaño, pero siempre lo desobedecía. Recuerdo que salíamos juntos en el Maverick azul deportivo que compro de agencia mi padre para viajar hasta el Edén, así como también para salir de paseo ó para ir ha hacer ejercicio, pues mi padre me llevaba a jugar basquetbol a unas canchas llenas de hojas secas de los inmensos árboles que se encontraban en el perímetro. En ese tiempo yo era muy pequeño y casi no jugaba con mi padre, me distraía mucho con las hojas secas, mi padre tenia que estar llamándome para que me integrara a su juego.








               En  ese  tiempo  mi abuelo Salvador Peralta Rosado acababa de morir, -¿ó acababan de aniquilarlo?-Pero no necesite conocerlo, por que todas las platicas familiares estaban casi dirigidas hacia su persona y hacia su legado. Lo que mas escuchaba era: “ayudo muchísimo a fulano y a perengano” “era muy rico” etc. etc. Pero volviendo con la fuerte convivencia infantil que tuve con contigo abuela Raquel, quiero seguir recordándola que fue maravillosa e inolvidable. No duro mucho nuestra estancia en Puebla de Zaragoza, pues como al tercer año mi padre decidió regresar al Edén a vivir. El, termino de estudiar su carrera universitaria de licenciado en administración pública, aunque años después regresaría a titularse y ha consagrar lo que con tanto esfuerzo logro, para enorgullecer a su padre, aunque ya no pudo llevarle el titulo personalmente, pero desde el cielo lo felicito. De hecho fue el único hijo de los diez que procreo, que se titulo con una carrera profesional. Que orgulloso se hubiera sentido mi abuelo Chavo de ver a su hijo todo un profesionista. Se que mi abuelo chavo quería mucho a mi papa Lupe, prueba de ese inmenso cariño están las muchas cartas que le enviaba por correo a Puebla. En alguna ocasión que coincidí en los momentos que mi padre revisaba su escritorio, me las mostró y pude presenciar que estaban escritas de puño y letra de mi abuelo Salvador. A veces al final de la carta su hermano chavo también le escribía algún saludo ó disparate cómico. Siempre el texto de esas cartas con actitudes amorosas y  muy tiernas.

                Ya estando en el edén, en lo que mi padre lograba darnos vivienda, nos acomodamos en una de las recamaras de la casa de mi abuelo materno, con mi abuelo Juan. Ahí fue, cuando conviví mucho con mi abuelaRaquel. Recuerdo que cuando mis padres tenían que salir juntos ha hacer algún mandado en el que no podía ir yo, me dejaban encargado contigo. Gratamente te esmerabas en cuidarme. Me preparabas huevito en tacita, acompañado con sus gotitas de limón y sal, eso me encantaba sinceramente, por que eran huevos criollos que mi bisabuela Esther Castillo Cardoso (Q.E.P.D.)  – a  quien sus nietos y bisnietos llamábamos mama Querecha - nos enviaba envueltos en joloche de maíz de su ranchito, eran los más apetitosos de todo Villahermosa.
               El ranchito de mi bisabuela le llamábamos “la Isla”. Ese ranchito era “más agua que tierra”, ya, hasta me expreso como el poeta Carlos Pellicer Camara, por que estaba ubicado en un islote rodeado de ramificaciones pantanosas del río Grijalba, de la ranchería dos montes, municipio de Centro Tabasco. Allá en ese hermoso ranchito que también, visitaba frecuentemente, pase gratos momentos inolvidables con algunos primos y primas. Teníamos que cruzar en cayuco como 150 metros de cause, de una de las ramificaciones pantanosas del caudaloso río Grijalva. Esos cayucos tenían la esbeltez de un velero. Las redes de los pescadores siempre puestas a secar sobre los palos en las orillas. Siempre con el temor de ser tragados por el río y con la desesperación de atracar lo mas pronto posible. En ese río, había mucho pescado y piguas, la gente del lugar vivía prácticamente de la pesca de ese río. Recuerdo que mi bisabuela nos decía:

     “Al río, no hay que tenerle temor, sino muchísimo respeto, por que pueden ahogarse en el…”

               Pues, el río puede comportarse como un estanque inmóvil, ó también como un mar peligroso, por eso nos hablaba siempre con mucha franqueza mi bisabuela, ella era muy franca en ese sentido. Cuando nos decía esas palabras, estaba siempre sentada en su sillón de madera de caoba, a las afueras de la casa, debajo de un amarillento guayacán, tomando el fresco de las tardes románticas, peinándose su larga cabellera con sus grandes peinetas y contemplando el maravilloso paisaje hacia el río y los repastos ganaderos. En el cuello le colgaba su gruesa cadena de oro, con su medallón con la imagen de la virgen de Guadalupe en el centro. Desde ese sillón mi bisabuela suspiraba:

— ¡No hay mejor lugar para vivir que aquí!

               Mi abuela Raquel esporádicamente iba ha ese lugar a visitar a su madre y a llevarle algún cotón (vestido) a mi bisabuela, era cuando a mi me llevaba. Yo, admiraba mucho a mi bisabuela, por que ella era muy trabajadora y negociante. Le gustaba hacer dinero. Su principal oficio era la costura, hacia excelentes cotones, pero también le apasionaba el comercio. Le encantaba vender cosas en una pequeña tiendita que improviso en su casa. Ni tan improvisado, pues era un espacio alargado, casi junto al acceso principal de la casa. Entre sus desaciertos y aciertos, vendía mucho, maíz, frijol, azúcar, dulces y refrescos embotellados y otras muchas cosas que no recuerdo. Ella con ese negocio, logro comprar varias propiedades en el centro de San Juan Bautista, hoy Villahermosa. A parte, le gustaba tener su ganadito en sociedad con algunos parientes, que vivían en zonas aledañas. Si no mal recuerdo, eran unos parientes de apellido Montero y con los Cardoso también se asociaba. Ella tenía muchos parientes de apellido Cardoso, que nosotros casi no convivimos con ellos. Son de esas familias que se van perdiendo con los años.

               Mi bisabuela Esther era de buen corazón, pues de todas las casas que logro comprar con el producto de su trabajo como costurera y comerciante rural. Eligio una de esas casas y se la regalo a su hermano “Lencho,” era el más pequeño de todos sus hermanos. Mi bisabuela Esther, tenía un corazón más grande que el hueso de un mango petacón. Su hermano, por algo fracaso, entonces mi bisabuela fue su “salvadora”. Era una mujer valiente de pasos firmes, no hay duda. Quizás por eso Dios la premio, y vivió una vida longeva bien atendida con más de noventa años encima. De hecho su hermana Graciela Castillo Cardoso, aun vive con más de cien años en la ciudad de Villahermosa Tabasco. No puede evitar mencionar el loro de la tía bisabuela Graciela, les cuento, que mi tía bisabuela Graciela, tuvo un loro que hablaba mucho, te decía: “¿buenas tardes, como estas?” Hola, y tantas cosas más. Como quien dice abuelita Raquel, pertenecemos a una familia de buena madera, de esa que no fácilmente se infecta de polilla.

               Recuerdo que mi abuelo Juan Crisostomo Romero López allá en la isla, se daba unas dormidas placenteras en hamaca, que para que les cuento. Me consta también, cuanto te quería abuela y te sigue queriendo, por eso te toleraba tanto y nunca escuche que te apresurara en algo. Tenemos una fotografía en donde esta durmiendo en tan exquisita hamaca. Siempre que me llevaban de Comalcalco a la isla, era una odisea cruzar el río, por que a veces estaba crecido y en tiempo de seca era un pequeño riachuelo pequeño.

               Cuando llegábamos en automóvil a  la orilla del río, teníamos que gritar a  las casas que se encontraban del otro lado de la orilla, para que algún habitante que estuviera disponible, nos cruzara de inmediato. Como la mayoría eran parientes de mi bisabuela, lo hacían con gusto, y sin recibir alguna paga por el servicio. El cayuco también podría ser el de mi bisabuela o de cualquier vecino, eso no importaba. En esa época no había tanto egoísmo. Los mosquitos carniceros no faltaban. La fecha que nunca faltábamos a  la isla, era el día de la candelaria, por que mi bisabuela hacia rezos con conjunto musical (Tambora). En ese día mi abuela tiraba la casa por la ventana. Se mataban cerdos, pavos (manjar azteca) y se preparaba mucho chorote. Ese chorote lo elaboraban con cacao fermentado que compraban en el mercado Pino Suárez, además lo tomábamos en las tradicionales jícaras. Cada integrante de la familia tenia su jícara y cuidadito con que alguien te agarrara la tuya, además cada dueño las reconocía enseguida, por alguna marquita o por el tamaño. A mi me asignaban la mía, y en toda mi estancia en la isla bebía mi pozol y mi cafecito en la jícara asignada. Todos los vecinos participaban, rezando y colaboraban para matar al cerdo, para acomodar la paila y elaborar el famoso picadillo, como de igual forma el mole tabasqueño.  

               Que años maravillosos aquellos, mi abuela Raquel, terminaba bien estropeada. Su hermana Zoila que era la que cuidaba a mi bisabuela también terminaba de muerte, pero era de alguna forma el agradecimiento al Santo por la salud y por la prosperidad de todo el año. Eran las costumbres, era la idiosincrasia de “los otros tiempos”, como decían los abuelos. Varias veces mi abuela Raquel me dejo a dormir en la isla, acompañando a mi bisabuela. Todos dormíamos en una recamara grañidísima que tenia la casa. La arquitectura de su casa era de material y bien hecha. La teja era de Canalón, que para la década de los setenta, en esa región era toda una proeza. En ese tiempo, no cualquiera habitaba en casa de material. La televisión era de blanco y negro y la alimentación eléctrica para la televisión, era a través de una batería de automóvil. Pues todavía no les llevaban la energía eléctrica a  la comunidad. En esa televisión mi bisabuela junto con todos los nietos y bisnietos veíamos juntos las telenovelas, las noticias, odisea burbuja, el corre caminos y muchas películas mexicanas de la época de Oro. Bárbara y Isolina eran las hijas adoptivas de mi tía abuela Zoila, con ellas era con las que mas tiempo convivía allá en la isla. Éramos unos niños todavía.

               En aquellas tardes infantiles, jugábamos a  las escondidas ó decidíamos pescar a  la orilla del rió unas cuantas mojarras saltarinas. Siempre con el temor de los lagartos durmientes, que habitaban en el río posterior a la casa. Siempre se asoleaban sin descaro alguno, cerca del jacintal seco. En la parte posterior a la casa, mi tía abuelaZoila improviso con unos guacales pequeñas casitas para las palomas caseras, que de algún modo, adornaban con el ir y venir de sus vuelos hacia los campos. También adornaban el jardín las chicharritas y chiquilines de los meses de mayo. Pero cuando ya había muchos crios de las palomas, las cocinaban con arroz en caldo. Que mitos aquellos de mi infancia.

               Cuando acompañaba a mi abuela a  la isla, viajábamos por Nacajuca. Yo conducía el automóvil. Eso fue cuando ya era un poco más grande. Siempre pasábamos a Jalpa a comprar deliciosas butifarras, luego pasábamos a Villahermosa a verificar si mi tía abuela Zoila estaba en su casa ubicada cerca del malecón, cerca del mercado José Ma. Pino Suárez. Si no estaba, ya íbamos con la seguridad de encontrarla trabajando en la Isla. Allá en la isla mi tía abuela Zoila se la pasaba feliz. Criaba pavos, cerdos, gallinas y ganado. La entrada a  la isla se encuentra un poco antes de la desviación al aeropuerto. En aquel tiempo, teníamos que ir abriendo portones, teníamos que ir atravesando inmensas fincas ganaderas, a orillas de ramificaciones del río Grijalva y vados de ríos pantanosos, como propiedades ajenas. Los portones eran de madera, de los llamados de golpe, ósea que no se amarran, sino que con el peso y la gravedad se cierran. Nunca pensé en aquel tiempo que años mas adelante iba ha vivir los 3 años del bachillerato con mi tía abuela Zoila y con mi bisabuela Esther en su casa de Villahermosa, ubicada muy cerca del caudaloso río Grijalba, fui muy afortunado en vivir con ellas, tengo otras cosas que contarles de mi estancia en esa casa. El bachillerato lo estudie en el CEBTis # 32 que se encuentra ubicado enfrente del parque la pólvora. Recuerdo que mi maestro de historia de México fue el actual procurador Lic. Gregorio Romero Tequextle. Me apasionaban sus cátedras, por que te platicaba la historia de México como un cuento fantástico, que no te aburrías para nada y te hacia que participaras discutiendo y haciendo preguntas. Le aprendí muchas cosas positivas, no puedo negarlo.
Mi abuela Raquel, siempre atendió con esmero a sus hijos, se dedico a inculcarles los buenos modales, valores y una rigurosa educación profesional, prueba de ello es que todos sus hijos son profesionistas, excepto una que decidió una carrera técnica. Durante sus primeros años de matrimonio, fue una mujer adicta al trabajo, se pasaba largas horas a veces hasta la madrugada costurando y haciendo vestidos para las señoras amigas de ella, y otras no tan amigas. Logro levantar junto con mi abuelo Juan, un importante patrimonio urbano. Siempre acompañada de su cigarrito, fue un vicio que hasta la fecha no ha podido dejar, siempre costuro encendiendo uno con la colilla del otro. Dentro de sus clientelas estaban: Doña Gloria Rodríguez y su hermana chepita, doña Elena Tirado de Graniel, la esposa de donRafael Gil, doña Yolanda Graniel Sastre esposa de don Moncho Magaña y muchas señoras más. Que curioso, hace un año y medio, viaje de Carmen Campeche a Comalcalco y encontré a mi abuela Raquel en la sala de su casa platicando con doña Libertad Falconi y su mama Rosa (Q.E.P.D.), hoy las dos ya están muertas y mi abuela vivita y coleando. A sus 87 años cuenta con una mente lucida y se vale por si misma todavía. Como es la vida, no somos nada. En sus tiempos mozos elaboraba de 5  á  6 vestidos diarios y no crean que con maquinas eléctricas, los hacia con maquinas de pedal. Hace unos días recientemente le pregunte ¿a quien le iba ha heredar su maquina antigua de cocer? con la que trabajo toda su vida, pues para mi tiene un valor estimativo grandísimo. Y me contesto, que ya se la había pedido su nieta Raquel. Ya para terminar abuela, no trato de hacerte una biografía de tu vida, sino contar para el recuerdo parte de nuestra convivencia que pasamos juntos, en el esplendor de mi niñez y la adultez de la tuya. Que suerte tengo deberás abuela de que fueras tu la que ocuparas el lugar que tienes en mi vida en serio, pues ya estoy en vísperas de los 40 años y tengo el privilegio de tenerte, disfrutarte con grandes platicas de antaño, de platicas de acontecimientos de 60 y hasta 70 años de antigüedad. También tenemos el privilegio de que recientemente le prepares a algún nieto (a) un huevito estrellado, una tortuguita en su sangre, de esas que compro en el camino por frontera Tabasco, obviamente cuando no se encuentra tu muchacha de servicio y dices:

—Yo te lo hago papacito.

Te confieso que, hasta me siento mal, por que mi abuelo y tus hijos, ya no quieren que hagas nada, al contrario, nosotros somos los que debemos atenderte y tratarte como lo que siempre demostrarte ser, “una reina en toda la extensión de la palabra.” Te felicito ampliamente abuela, pues ejerciste tu papel de manera excelente, yo, uno de tus tantos nietos, me tome el derecho de escribirte parte de tu vida, para externarte que algún día que ya no estés entre nosotros, te vamos a extrañar un chingo, te vamos ha echar de menos. Tu casa ya no será la misma sin tu presencia física, que más puedo decirte abuela. Pero como para que llegue ese día faltan muchísimos años, para que preocuparse, creo que me estoy adelantando demasiado. Bueno, ahora si ya es hora de mandarle a mi amigo Mancho el escrito de mi querida abuelita Raquel. Ya lo revise detalladamente y creo que no tiene errores garrafales. Espero lo disfruten y les deleite, así como también que los inspire a que ustedes de igual forma escriban algo en su vida, pues considero que la persona que deja escrito algo nunca muere. Seguirá viviendo en los corazones de sus seres queridos, por los siglos de los siglos. Ese es criterio propio. Algunos compañeros que se han acercado a mi computadora y han observado este escrito, me dicen que me equivoque de carrera, que mejor hubiera estudiado licenciado en derecho. A consecuencia de ese comentario, se me vino a mi mente que cuando estudiaba la primaria y mi madre me quería en aquel tiempo mas que a mis hermanas mujeres, las maestras (os) y compañeros me decían el licenciado, por que tenia una docena de guayaberitas yucatecas que me había comprado mi madre y todos los día llegaba a  la escuela con una guayabera de diferente color cada día. No se por que relacionan una prenda de vestir, con una profesión. Quizás por que hubo un Presidente de la Republica licenciado de profesión que las popularizó en todos los rincones del país. Creo que fue el Lic. Luis Echeverria Álvarez.

Como dice Gabito García: “la vida no es la que uno vivió, sino la que uno recuerda y como la recuerdas.” En alusión a todo lo aquí expresado. Me despido muy cordialmente de ti, querida abuelita Raquel, no vemos pronto en nuestro edén, “el presidente”. Alta mar a 29 de septiembre del 2012. (Continuará)
JGPR



Raquel Oteo Esther Castillo José Guadalupe Peralta


A Caballo


Abuelita Raquel



José Gpe Peralta Valenzuela y yo






En la Isla
Francisco Oteo Montaño
Oclotan Montaño

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